Historia de nuestra Orden
“Con todas las criaturas, los Siervos de María tendremos solamente relaciones de paz, de misericordia, de justicia y de amor constructivo. En este compromiso de servicio, la figura de María a los pies de la Cruz sea nuestra imagen conductora.
Y, como el Hijo del Hombre siendo crucificado en sus hermanos, nosotros, los Siervos de María, queremos estar con Ella a los pies de las infinitas cruces, para llevar consuelo y colaboración redentora”.
(Constituciones de los Frailes Siervos de María, Art.290)
LOS PRIMEROS PADRES
Los Siete miembros de la primitiva Comunidad nunca quisieron ser llamados “fundadores”, ni alguno de ellos sobresalió de modo que pudiera dársele el título de “fundador”.
La comunidad tenía solamente un “Prior” o Superior, cargo que inicialmente fue cubierto por San Bonifilio Monaldi.
De los Siete, uno vivió hasta los 110 años (San Alejo Falconieri), que nos dejó el siguiente testimonio: “Nunca fue mi intención ni la de mis compañeros, el fundar una nueva Orden; Ni que de nuestra unión saliera una multitud tan grande de Hermanos. Yo y mis compañeros creíamos habernos reunido por inspiración divina con la única finalidad de abandonar el mundo y cumplir más dignamente con la voluntad de Dios. Por lo tanto, la fundación de la Orden de los Siervos de María debe ser atribuida a Nuestra Señora.” (De la "Legenda de Origine").
Es por eso que tradicionalmente los Siervos de María llaman la Virgen su “Fundadora”. E indican los 7 miembros de la primitiva comunidad como los “Primeros Padres” de la Orden.
APROBACIÓN Y LEGISLACIÓN
Por más de medio siglo, la Orden tuvo graves problemas para subsistir legalmente, debido a la limitación que había puesto la Iglesia al nacimiento de nuevos Institutos religiosos.
El 11 de febrero de 1304, fue finalmente aprobada por el Papa Benedicto XI. “El motivo que impulsaba el Papa a la aprobación era exactamente éste: la especial dedicación de los Siervos a la Reina de los cielos, hacia la cual – lo confiesa él mismo – trata de demostrar de algún modo su propia devoción”. (E. Casalini, Cuadernos de Monte Senario N.2, PG 32).
Como texto básico para su vida, desde un principio los Siervos de María adoptaron la Regla de San Agustín, como varias Órdenes de ese tiempo, agregando Estatutos o Constituciones propias, “editadas – como decía la bula de Benedicto XI – a honor de la Madre de Dios”.
En efecto las distintas ediciones que, a través de los siglos, han tenido estas constituciones, la Virgen María es presentada como la razón de ser de un Siervo de Maria: objeto de su amor, su modelo, su inspiración.
Las últimas Constituciones, reformadas de acuerdo al Concilio Ecuménico Segundo, fueron aprobadas por el Capítulo General de 1977.
AMBIENTE HISTÓRICO
En la primera mitad del siglo XIII, el Papado y el Imperio Germánico se peleaban el predominio del centro y norte de Italia, dividido en frágiles repúblicas y principados.
La corrupción dominaba en las clases dirigentes y en el clero, con las lamentables consecuencias que se pueden imaginar. Sin embargo, al mismo tiempo se fueron afirmando numerosos movimientos religiosos, tipo Cofradías, con fuerte arraigo popular. Su tendencia general era el saneamiento de las costumbres y de la vuelta a la vida cristiana sencilla, austera, evangélica.
Algunos de estos movimientos desembocan en la herejía y se marginaron de la Iglesia católica. Otros se mantuvieron en su seno, fieles a la autoridad de los Pastores de la Iglesia.
De estos nacieron algunas órdenes religiosas, como los Agustinos, los Franciscanos, los Dominicos, Los Siervos de María, las Carmelitas y otras, que luego asumieron una importancia extraordinaria en la historia espiritual, cultural y social de la Iglesia.
Todos mantuvieron la tendencia general a frenar la corrupción, purificar la Iglesia, pacificar las facciones en lucha, invitar clero y pueblo a una vida evangélica. Predicaban con el ejemplo y la palabra.
Algunas de estas Nuevas Órdenes religiosas asumieron luego una forma clerical, como la de los Predicadores o Dominicos, orientando sus miembros a la vida y actividad sacerdotal. Otras Órdenes, como la de los Siervos de María, por largo tiempo no se definieron, aceptando tanto aspirantes a Hermanos laicos, como a Hermanos sacerdotes, en condiciones de igualdad. Pero, al pasar de los siglos, bajo la presión de las necesidades de la Iglesia y al maduración de una nueva mentalidad, se acentuó el carácter clerical, de modo que la gran mayoría de sus miembros reciben la consagración sacerdotal.
PERIODO DE INCUBACIÓN
En el primer cuarto del siglo XIII se había arraigado también en Florencia el movimiento de los Hermanos de la Penitencia, de una espiritualidad bastante rígida. Parece cierto que desde 1222 formara parte de la Hermandad un grupo de hombres que eran denominados “Siervos de María”, seguramente por algún compromiso o actividad en relación a la Virgen María.
Este grupo, aún conservando básicamente el régimen de vida y el compromiso con las obras de caridad y asistencia social, propios de los Hermanos de la Penitencia, se independiza de ellos e inserta en el programa de su vida una espacialísima dedicación a la Virgen, indicada en su mismo nombre de “Siervos de María”.
La nueva Hermandad asume la dirección administrativa del Hospital de Fuente Viva de Florencia. Más adelante la Hermandad tomará el nombre de “Sociedad Mayor de Santa María”.
Mientras pasan los años, algunos de ellos atraviesan una maduración espiritual, al cabo de la cual deciden cambiar rumbo a su vida. Es así como en 1233 renuncian a su estado civil y social (entre ellos había solteros, casados y viudos) e inician una vida de comunidad en la localidad llamada Cafaggio, entonces apenas fuera de las murallas de la ciudad de Florencia, y que es el lugar donde actualmente surge el convento y basílica de la Santísima Anunciación.
El pueblo continuará a llamarlos “los Siervos de María”.
NACE LA ORDEN
Tal vez para evita persecuciones políticas (ellos eran de tradición Guelfa, partidarios del Papado, y en el gobierno comunal dominaban los Ghibelinos, partidarios del emperador de Alemania) o por el deseo de una vida más contemplativa y de mayor penitencia, o por los dos motivos, el grupo de los Siervos de María deja Cafaggio en una fecha no conocida, pero entre los años 1241-1245, y se establecen en la cumbre del Monte Senario, propiedad del Obispo de Florencia. Refugio que les fue seguramente ofrecido por él.
El lugar era completamente silvestre y sin camino de acceso. Allí construyen una modestia vivienda y una capilla, iniciando una vida de oración, penitencia y trabajo, como no habían podido hacerlo hasta entonces.
En los años que siguen madura en ellos el convencimiento que es voluntad de la Virgen que con ellos se dé principio a una nueva Orden religiosa bajo el nombre de “Siervos de María”.
Es posible que el Obispo Ardingo de Florencia y el dominico Fray Pedro de Verona, que eran consejeros de la comunidad, hayan sido favorables a una nueva fundación religiosa. Y es posible también que las frecuentes postulaciones de formar parte del grupo los haya hecho reflexionar sobre las consecuencias en caso de aceptarlas.
Pero el motivo determinante, como consta de toda la documentación, para que se decidiera a dar vida a una nueva Orden, fue el absoluto convencimiento que ésa era la voluntad de María. Según una antigua tradición ella se les habría manifestado en una visión sobrenatural.
Toman la decisión, cerca del año 1250, la comunidad deja Monte Senario y vuelve a establecerse en Cafaggio y en los año siguientes empieza a expandirse, primero en Italia, luego en otras naciones de Europa.
En los siglos subsiguientes los Siervos de María se harán presentes en el Oriente y, más recientemente, en los demás continentes (América, África y Australia).